El entramado de prejuicios que pesa sobre la diversidad sexual, los estereotipos, los discursos discriminatorios y todo el arsenal de prácticas y representaciones lesbofóbicas, homofóbicas, transfóbicas, etc., responde a un orden de cosas, a un statu quo subjetivado en una identidad colectiva. Por eso los crímenes, delitos e incidentes de odio nunca son meramente actos individuales, esto es, actos atribuibles a la sinrazón de quien los comete; y por esto mismo no alcanza con condenar al perpetrador si no atendemos al hecho de que la trama ideológica en que su odio está urdido se prolonga sobre las identidades de buena parte de los sujetos que conforman la ciudadanía “de bien”, aquella de la que se diría que es virtualmente incapaz, a priori, de delinquir. Si esto es así, la violencia y los crímenes de odio contra las personas LGBTI es una problemática que le compete a toda la sociedad en su conjunto, por acción u omisión.
ILGALAC: Martín De Grazia, Crímenes de odio contra personas LGBTI de América Latina y el Caribe. (Buenos Aires: ILGALAC, 2020).